Con esta pregunta comenzaron su ponencia el Cronista Oficial de Torredelcampo y Doctor en Humanidades, Juan Carlos Castillo y el Arqueólogo  e Historiador, José Luis Castillo en una conferencia organizada por las  concejalías de  Educación y Cultura y en la que participaron los  alumnos y alumnas de  4º de ESO de los dos IES de la localidad. Una ponencia cuyo principal objetivo es concienciar a los escolares sobre la importancia de la conservación del patrimonio para poder legarlo a las generaciones venideras.

 

 

Durante la conferencia, Castillo aseguró que “el desarrollo y la modernidad han sido los grandes males del patrimonio histórico de Torredelcampo. Y el desconocimiento y el desinterés el cáncer de este patrimonio en las zonas rurales”. En su intervención el Doctor en Humanidades realizó un recorrido general por la historia del término municipal desde el paleolítico hasta la época contemporanea.

Historia

Los primeros indicios de ocupación humana en tierras torrecampeñas se remontan al calcolítico, como lo atestiguan algunos hallazgos arqueológicos documentados en yacimientos próximos al municipio. No obstante los vestigios más numerosos y de mayor importancia datan de época ibérica. En ellos se constata una jerarquización del territorio entorno a un centro político, identificado en la campiña torrecampeña, concretamente en el Cerro Villargordo (Cerro del Pintado), alrededor del que se estructura una nutrida red de asentamientos fortificados denominados Oppídum (Cerro Miguelico, Atalayuelas, Torrejón, etc.) y recintos o Turris (Cerro Guinea, Cerro Largo, etc.).

Durante la ocupación romana se mantiene el esquema de poblamiento ibérico, aunque en esta zona de la Campiña, tan sólo localizamos asentamientos secundarios denominados Vicus o Pagus como Atalayuelas o Cerro Miguelico, pero sobre todo un abundante numero de centros agrícolas, algunos de ellos considerados Villae, como los de La Muña, Torre Olvidada, Cerro San Antón, La Divina, etc... El conjunto se complementaría con torres o asentamientos defensivos (Turres) de la que se conserva un magnífico ejemplo en el Cortijo Nuevo.

El origen del actual municipio estaría muy relacionado con los antiguos pobladores del oppidum ibérico de Cerro Miguelíco, asentamiento que tras sufrir una profunda crisis entre los siglos I y II d.C,, es abandonado parcialmente, trasladándose parte de su población a la ladera Noroeste y al actual solar de Torredelcampo, donde se establecen varios pequeños asentamientos, orientados a la explotación agrícola de un reducido espacio irrigado (huertas). Esta situación se mantuvo tras el asentamiento definitivo de los musulmanes a principios del siglo VIII. No obstante al finalizar los conflictos de finales del Emirato, los pobladores de la zona se ven obligados a concentrarse en un sólo asentamiento, la garya o alquería de Mary Turrus, aldea situada en las proximidades del Arroyo del Judío y del antiguo camino de Jaén y Martos. Durante el Califato Omeya (s. X) el actual término municipal se adscribiría a dos de los principales distritos fiscales del Alto Guadalquivir, los Aqalim de Martus (Martos) y Yayyan (Jaén). Esta pequeña aldea, junto a otras muchas situadas en la campiña torrecampeña, se consolidan y fortifican durante el período almohade debido a la relativa proximidad de la frontera con los territorios cristianos.

 


Cuando en 1228 Martos fue entregada definitivamente a la Orden Militar de Calatrava, Torredelcampo y otros castillos de su término se convierten en enclaves fronterizos que defienden las posesiones islámicas en manos de Muhammad íbn Nasri al-Ahmar de las anexionadas en aquel momento por las tropas castellanas (Martos, Jamilena, Torredonjimeno).

Tras su conquista por Fernando III, quedó integrada en los territorios del Realengo, bajo la jurisdicción del Concejo de Jaén. Esta circunstancia y su cercanía a las posesiones de la Orden de Calatrava la implican en los múltiples conflictos civiles del siglo XV, sirviendo su castillo como centro de negociaciones entre el Condestable de Castilla D. Miguel Lucas de Iranzo y el Maestre de Calatrava,

La primera documentación conservada, que hace mención al municipio y a lugares de su entorno,  data de los años siguientes a la conquista. Se trata de un documento datado en 1251, en el que Fernando III deslinda personalmente los términos de Jaén, Martos y Castillo de Locubín, a causa de los conflictos que surgen entre los freyres calatravos y los vecinos del Concejo de Jaén. En el deslinde efectuado por el monarca castellano se mencionan los lugares de Torre del Campo y la Torre del Berrueco.

Una vez desarticulada la frontera con el reino de Granada, a finales del siglo XV, algunos municipios integrados en las tierras de realengo, inician los trámites para segregarse del dominio de los grandes Concejos. Este es el caso de Torredelcampo, núcleo de población que es obligado a permanecer bajo la jurisdicción de Jaén, en virtud de una Cédula Real emitida por la Chancillería de los Reyes Católicos en 1492. Los pleitos por la segregación continuarían hasta que el 10 de junio de 1804, Torredelcampo consigue segregarse definitivamente de Jaén, obteniendo el título de villa de manos del rey Carlos IV.

 

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